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Durante la Semana Santa o Semana Mayor, es usual consumir alimentos que se consideran típicos de estos tiempos, así los romeritos, el consumo de pescado, y de platillos de verduras y delicias como la capirotada aparecen en las mesas y se disfrutan ampliamente, sin embargo, existen algunos alimentos relacionados con Cristo que usualmente no los tenemos tan relacionados con Él y que son interesantes de conocer desde la mirada de la simbología que durante siglos se mantuvo cercana a la cocina. 

 

La Abeja parece que en invierno muere para luego se observa con fuerza en primavera, por ello es símbolo de la muerte y resurrección de Cristo. Por su laboriosidad infatigable era para Bernal de Claraval, monje cisterciense francés, símbolo de la esperanza lo era también del Espíritu Santo, por lo tanto, de Dios y la miel que produce enriquece sus significados pues esta evoca a la misericordia divina. Es un alimento místico pues la produce un animal considerado inocente que obtiene su regalo de inocentes flores, y sin hacerles ningún daño, ni tocarlas siquiera, es la miel símbolo del conocimiento espiritual, de iniciación, así como de paz y tranquilidad. De hecho, el Hidromiel es el un gran símbolo de Cristo pues es una bebida fermentada a base de miel y agua, la embriagues que producía significaba la transferencia de poderes divinos a aquellos seres humanos privilegiados, y Jesús une en su cuerpo lo divino con lo humano, siendo María el agua, la “fuente de vida”, puerta de Dios en la tierra. 

 

El Alcohol es un símbolo del espíritu vital, la unión de los contrarios, el “agua de fuego” que todo lo purifica, por algo, en la transustanciación del cuerpo y la sangre de cristo, es el vino de uva el que evoca en este componente una ratificación de la divinidad de Cristo. El vino tinto en particular recuerda la “sangre” de la vid, tiene una significación hemática con el elixir de la vida o de la inmortalidad, lo que no puede morir, y es eterno como Dios. En la biblia de hecho, siempre fue símbolo de la alegría y de la abundancia de las recompensas que Dios nos otorga, en el cristianismo tiene por tanto su significado más sagrado y profundo por ser la transustanciación eucarística en sangre de Cristo. Jesús mismo se comparó con la vid verdadera, símbolo de plenitud y vida, planta que parece morir en invierno y se renueva en primavera, ligada por lo tanto a la resurrección, cuyo macizo tronco sustenta a los fieles como la vid sus racimos, por ello, sólo dará frutos sabrosos quien reciba de Él la fuerza. La uva por ende recuerda la promesa de redención y no extraña que los sarcófagos del cristianismo primitivo figuraran en sus superficies, por cierto, una única uva en manos de Jesús simboliza su pasión y muerte al tiempo que la Cena. 

 

Entre las flores las violetas son una maravilla, son las flores comestibles más conocidas, su sabor es agradable y sedoso, además el color que tiene aporta un contraste estéticamente hermoso en los platos y se pueden utilizar frescas, secas, cristalizadas o confitadas. Como se considera que la violeta tiene un color entre el rojo y el azul, suele verse como símbolo de la meditación, del equilibrio, la moderación y la medida justa entre lo divino y lo terrenal, lo espiritual y lo corporal, el amor y la sabiduría, por eso en el arte cristiano es el color de la Pasión de Cristo, pues es signo inequívoco del compromiso pleno de Dios con el hombre que dicha pasión y muerte implican, en la liturgia católica simbolizan gravedad y penitencia, de ahí que sea el color litúrgico de las fechas de la Pasión. Por extensión la fruta de la pasión o maracuyá es denominada así porque a la planta en su conjunto se le vinculo con Cristo. 

 

Los evangelizadores le pusieron ese nombre a esta fruta porque ellos la utilizaron para difundir la Buena Nueva entre los indígenas de América, para ellos su color violeta coincidía con los del ritual cristiano de Semana Santa: la corona floral llena de filigrana era la imagen de las espinas, los tres clavos eran los tres estigmas, las cinco anteras representaban las cinco heridas del Crucificado, los zarcillos los veían como los azotes y el fruto redondo como el mundo que vino a redimir. Tal fue el convencimiento de los misioneros que para 1609 Jacomo Bosio en Bolonia, Italia, inspirado en la granadilla americana, realizó un tratado sobre la cruz y el calvario donde en una idea profética asume el deseo de Cristo por representarse en una flor nativa del Nuevo Mundo para los indígenas. 

 

Una semilla deliciosa es la almendra, es de sabor dulce y suave encerrado en una cáscara dura, por ello es símbolo de lo esencial y lo espiritual que se oculta bajo las apariencias, y por tanto es Jesús, cuya naturaleza humana oculta su divinidad y por tanto su encarnación. 

 

Un producto asociado con Cristo es el huevo del avestruz, un alimento sabroso y enorme cuyo consumo se a incrementado, en las creencias medievales la hembra de avestruz pone sus huevos en algún sitio expuesto al Sol para que se incuben solos, por ello se le vincula con Jesús, pues es símbolo de que fue despertado por Dios. Otro animal vinculado a Cristo es el cangrejo, vinculado en el agua o el océano primordial. En el cristianismo simboliza la resurrección porque cambia de caparazón mientras crece: por tanto, es Cristo en sentido estricto, mientras que el carnero, símbolo de fuerza desde la antigüedad, fue uno de los animales preferidos para los sacrificios, es el “sacrificio” su Pasión. Curiosamente otro animal vinculado a Cristo es el cerdo, aunque en la tradición judeocristiana se le considero un animal impuro, debido a una etimología errónea del nombre alemán del jabalí, Eber, que se creyó derivado de ibri, el antepasado epónimo de los hebreos, da dio la curiosidad circunstancial de que el cerdo apareció en el arte cristiano del Medioevo como símbolo de Cristo. Por último, mencionaremos al ciervo, un animal venerado en todo el mundo, que también es símbolo del Salvador porque pisotea la cabeza de la serpiente, es decir el Diablo, según se admira en el arte de la Edad Media. 

 

 Así que tal vez, durante esta Semana Santa podamos comer algunos manjares que nos recuerden que a Cristo se le ha visto en más de un alimento y que su disfrute es más un acercamiento a una espiritualidad oculta que al acto simple de comer.

Autor: Ricardo Bonilla

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