Saltar al contenido principal

Todos estamos a favor de una alimentación buena, limpia y justa. Es un objetivo noble, loable pero siempre y cuando se aborde sin demagogias y con la mejor fundamentación lógica y científica, no se trata de menospreciar el valor cultural , ni la tradición, ni de cuestionar fundamentos de carácter social, histórico, antropológico, político, religioso e inclusive filosófico,  en este sentido en el campo de las llamadas ciencias duras o exactas existe un principio rector que se llama método científico y que permite la reproducción y validez de los resultados obtenidos lo que permite comprender, argumentar y/o cuestionar un fenómeno.

Una de las consecuencias más graves de las pseudociencias es el hecho de calificar un alimento, medicamento, cosmético o aditivo alimentario como perjudicial cuando en realidad no lo es. Recordemos algunos ejemplos como el uso del dióxido de cloro como medicamento contra el virus sars-covid 19, o el movimiento antivacuna que argumentó el desarrollo de autismo en niños.

Las pseudociencias fomentan el pensamiento quimiofóbico, es decir, ayudan al desarrollo de un miedo irracional, no fundamentado contra todo alimento, medicamento, cosmético que utiliza algún aditivo con nombre químico declarado en su etiqueta.

El pensamiento de que todos los alimentos procesados son dañinos es incorrecto, ya que de manera estricta, un proceso puede involucrar la limpieza, la desinfección, el pelado, la cocción de un alimento pero hay que recordar que todos se llevan a cabo de manera casera y diaria.

El procesado industrial lejos de lo que se piensa, ayuda a hacer biodisponibles vitaminas que están presentes en alimentos de origen vegetal, recordemos que los alimentos congelados  pasan por un tratamiento térmico previo que se conoce como escaldado, el cual elimina microorganismos potencialmente patógenos con lo que se asegura la inocuidad y una vida útil mayor, igualmente, su calidad nutricional no refleja grandes pérdidas de vitaminas u otro tipo de fitoquímicos respecto a los alimentos frescos o “no procesados”.

Otro ejemplo interesante lo constituye la leche en polvo y la ultrapasteurizada, en este sentido, este tipo de tecnologías permite una mayor disponibilidad y acceso de este alimento a poblaciones lejanas o aisladas sin la necesidad del uso de una costosa cadena de frío.

El ácido ascórbico o vitamina C se obtiene de forma natural a partir de frutas y vegetales, pero también sintéticamente en un laboratorio por fermentación bacteriana de la glucosa seguida por una oxidación química. Ambos procesos de obtención producen la misma molécula química, con idénticas propiedades físico-químicas. Sin embargo se prefiere generalmente la síntesis, porque implica un costo menor y una mayor inocuidad, ya que se controla su producción de forma muy rigurosa. Y, por supuesto, eso no implica que sea una opción menos efectiva en sus funciones biológicas.

La percepción, las prácticas alimentarias, el contexto histórico, social y/o cultural en una comunidad definen en gran medida lo que es “bueno” o “malo” para comer. 

Analicemos el uso de la palabra “natural” en un alimento, en inmediato, lo hace bueno, excelente,  apto y deseable. Lo mismo sucede con las palabras “tradicional”, “hecho por la abuela”, ”verde” o “limpio”, todos estos adjetivos resultan ideales en el uso de campañas publicitarias.

En el caso del término “comida orgánica” resulta por demás irónico ya que los alimentos principalmente son carbohidratos, proteínas y lípidos, dichas macromoléculas están constituidas por carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, elementos precisamente químicos y clasificados como orgánicos.

Otro error es el uso del término “comida artificial”, lo cual en inmediato lo clasifica como poco saludable o nutritivo.

En este sentido, resulta importante mencionar el trabajo realizado por el profesor de química James Kennedy, el cual se dio a la tarea de desmitificar los conceptos de comida natural versus comida artificial al elaborar a manera de etiqueta, todos los compuestos químicos que se encuentran en diversos alimentos crudos y/o “naturales”, la figura 1 muestra uno de sus carteles.

Figura 1. Etiqueta sobre la composición química del plátano.

Fuentes consultadas: 

https://mundo.culturizando.com/quimiofobia-es-mejor-natural-que-sintetico/

https://jameskennedymonash.wordpress.com/#chemistry-for-vce-textbooks-2023

https://cienciaysalud.laverdad.es/la-alimentacion/tecnologias-adiciones-modificaciones/aditivos-quimiofobia-article.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

https://www.farmaceuticos.com/tu-farmaceutico-informa/consejos-de-salud/quimiofobia-o-miedo-a-los-productos-quimicos-que-debes-saber/?lang=ca#:~:text=La%20quimiofobia%20es%20el%20miedo%20irracional%20a%20los%20productos%20qu%C3%ADmicos 

J.M. Mulet (2014); “Comer sin miedo”; BCN; Ed. Destino.

 

Deja un comentario